Solo porque estamos entumecidxs

El entumecimiento. Es el único estado que explica que aguantemos todo lo que nos cae encima sin pestañear.

Esto que veis en la imagen es violencia. Violencia de la buena, de la que va al centro de la diana. Leer estos enormes carteles mientras vas andando por calles de ciudades andaluzas solo se puede considerar un ataque a lo más íntimo: tu ser y tu sentir. Apela a tu pertenencia, a tu identidad sexual; te confronta, y esto es delicado, con la mayoría del colectivo LGTBI+, que, como la mucha de la «progresía» hetero, lo contempla (en una de sus vertientes) como un avance en las libertades occidentales. Eso sí. Esto es de Occidente y también de Israel, el país más avanzado en cuanto a libertades sexuales en Oriente Próximo, ya sabemos. Pero lo llaman “mundial”. Bien pretenciosa la denominación.

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“Ames a quien ames, Madrid te quiere”. Abordando en primer lugar la semántica del lema, ya explicamos en otro artículo que mucho de lo que nos sucede, así como la manera en que nos identificamos y cómo queremos ser y vivir no tiene que ver con el amor. Que ocultando la identidad de género se queda la mesa coja y se invisibiliza a mucha gente. Pero ¿te quiere Madrid en verdad? Tenemos razones para dudarlo, al menos. Aportamos datos para comprender la dimensión:

Alerta LGTB por los 239 ataques homófobos en Madrid y la juventud de los agresores

En Madrid, en mayor o menor medida como en el resto de sitios, hay agresiones e insultos y asco hacia las marikas, y desprecio a las bolleras e incomprensión a les bisexuales y repulsa a la vida de les trans. Sin olvidar tampoco la criminalización de los movimientos feministas y el amparo institucional a discursos que propagan el antagonismo hacia lo no heterosexual. Y también es donde sentimos vergüenza de ser andaluzxs porque en algún momento alguien sacará un tópico o supondrá que tú sabes algún chiste o echarte unos bailes de esos del sur. Eso es tal cual. Así que dejad de decirnos que Madrid es el destino (turístico) ideal y seguro donde «celebrar» nuestras vidas, o que nos va a salvar de nuestra ciudad periférica o, en el peor de los casos, de tu pueblo homófobo donde eres la rara y tienes que huir.

¿Qué quiere Madrid en el fondo?

Mucha normalidad. Que seas rica y puedas ir dejando tus jurdeles en fiestas caras. A Madrid le importa más bien nada que ames a nadie. Bueno, no he visto en ninguna imagen del evento a alguien que no se ajuste a esa normalidad. Quizás no me he fijado bien. También quiere que no le eches mucha cuenta al rendimiento que sacan de ti, el directo y el indirecto; que no llegues a criticar el genocidio Israelí ni la ocupación de Palestina. Si Israel deja que la gente sea gay sin problema, ¿qué más da que llevemos a un pueblo entero al exterminio?

La resistencia a la celebración del World Pride que lleva a cabo el Orgullo Crítico de Madrid o la Asamblea Transmaricabollo se centra en críticas al homonacionalismo y/o pinkwashing (capitalismo rosa), entre otras. Que sí, que son términos feos, foráneos, difíciles de pronunciar; que ya lo sabemos. Tan foráneos como lo que describen. Como muestra, esta publicidad de una fiesta en el marco del evento superior, donde un dj israelí es la estrella invitada:

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En un ejercicio de limpieza de imagen, explican en la página del Orgullo Mundial lo siguiente:

<<En primer lugar, encontraremos las carrozas de instituciones o colectivos, luego las “históricas del Orgullo”, vinculadas directamente con el colectivo LGTB, y por último las de empresas que se comprometen con nuestras fiestas>>.

Genial, si ellas quieren comprometerse, ¿por qué íbamos a criticar su presencia? Las pobres. Además, han pensado que se quedan detrás, al final de la cola, que no van a ocupar mucho protagonismo. Qué suspicaces nosotras…

Apoyamos y valoramos, por supuesto, las muchas actividades que la resistencia de Madrid está realizando este mes. Asimismo, esperamos que estén incluyendo en sus ejes de debate el centralismo de Madrid en toda esta cuestión y el peso de la losa españolista que se nos distribuye a las demás sin más.

Todo esto no deja de ser la evidencia de la triste deriva de la lucha de las disidencias sexuales. Vemos cómo se acerca al precipicio y a nada está de suicidarse. Más bien, la están empujando entre todas: las empresas que nos ordeñan, las políticas institucionales y los colectivos LGTBI+ sacando tajada con los eufemismos de igualdad y amor y desactivando el movimiento. Este es un movimiento secuestrado, que posiciona a la organización radical disidente en un espacio de doble o triple resistencia.

Es por esto que apostamos por salir de este embotamiento, y que defendemos  orgullos libres, independientes y autogestionados, en los que las reivindicaciones y las resistencias no estén mediadas por zafios intereses partidistas y sin pantomimas de fuerzas de seguridad del estado desfilando junto a nosotrxs. Porque nosotras luchamos, no desfilamos. Queremos orgullos auténticos, de pueblo y de barrio. Es ahí donde generamos los vínculos más íntimos, donde la subversión toma un cariz más significativo y donde necesitamos y queremos que nos quieran. No en Madrid, la verdad.

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«El primer orgullo fue una revuelta»

Foto tomada de aquí.

 

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